MONEGROS DESERT FESTIVAL: OASIS ELECTRÓNICO


Repasando los monegrinos que tengo de recuerdo cuento que esta es aproximadamente la décima vez que me dejaba caer por el Monegros Desert Festival (antigua Groove Parade) de manera intermitente. Reflexionando tres días después sobre la gran fiesta pienso que, sin duda, para mi, esta ha sido una de sus mejores ediciones. Siempre pensando que el festival es una experiencia en si mismo y que el resultado de la misma es algo personal para los cerca de 40.000 almas que este año se acercaron a bailar en el desierto.













































Sin duda ha sido la edición del renacimiento, plagada de un público que volvió a respaldar la gran apuesta de la Familia Arnau, que un año más invitaba a su casa a todo aquel con ganas de pasar 20 horas inolvidables, plagadas de la mejor música dentro de la electrónica y sus variantes. Un nuevo repunte de público y el aumento de la asistencia extrajera, visible en el festival, avalan a esta edición.

Sin duda, al desarrollo de la noche contribuyo un atardecer de lujo donde la música fue subiendo de revoluciones al tiempo que la temperatura dejaba caer sus grados (una de las noches más frías que se hayan vivido en el festival). 

Nuestro personal recorrido por el festival arrancó con un Andrés Campo en un excelente momento de forma. En las primeras ediciones del festival era impensable que a las 5 de la tarde, un dj pudiera llenar el espacio de su actuación, algo que desde hace unos años ha cambiado. A ello contribuyó sin duda el oscense, con una sesión marcada por la calidad de sus temas, la mezcla impecable y un sonido a ritmo de techno magnífico. Sin duda, Andrés Campo es una figura imprescindible en el panorama nacional actual, más allá de su carácter de eterna promesa del techno, el oscense está totalmente preparado para liderar a la nueva hornada de djs que, con una técnica impecable y un repertorio de lo más variado, sabe escuchar al público, entender la música y cocinar un coctel adecuado para poner en guardia a todos los espectadores. Andrés, que sigue la línea abierta por otros grandes de nuestro país como Oscar Mulero, o su generación precedente Tony Verdi o Robert X, está ya entre los grandes. Solo nos queda reivindicar el que ocupe un espacio importante y un prime-time para ediciones venideras y veremos de lo que es capaz.






Mientras, en ElRow Open Air, la antigua guardia salmantina Fatima Hajji repartía los primeros bombardeos musicales de lo que prometía una larga noche y la consolidación del espacio como uno de los lugares más transitados, en el que destacó, por encima de todo, la temprana sesión de Oscar Mulero y Reeko, un dueto consagrado y habitual en las últimas ediciones del festival. Un Dave Clarke que pasó algo desapercibido, unos Crookers realmente inspirados que pusieron al público patas arriba con su techno más ácido de lo habitual, lo que no realizó más tarde Josh Wink, menos ácido que en ediciones anteriores, tras la genial sesión de uno de los ganadores de la noche, el magnífico Loco Dice. El sol amaneción con la diversión de la Row Crew en la que destacó el genial Oscar Aguilera, entre confetis, hinchables, zancudos y malabaristas. Sin duda un gran final para el espacio donde la diversión y el público fueron los verdaderos protagonistas guiados un ese mediterraneo tan característico de la discoteca que daba nombre al espacio.

En la carpa San Miguel, donde a primera hora el hip hop protagonizaba la velada, Hablando en Plata arrancó la tarde con un buen show que se podía escuchar casi desde cualquier punto del festival. Rapsusklei repaso su discografía tras actuar la noche anterior en Pirineos Sur y Sho Hai presentaba su nueva propuesta en solitario, pero arropado por sus compañeros de los Violadores del Verso. Tote King, sin duda uno de los mejores, ha sabido reconducir su directo y suena mejor que nunca. El hip hop aderezado con electrónica de Busta Rhymes abarrotó la carpa con un sonido impecable y un espectáculo intenso plagado de rimas a la velocidad del sonido donde, en algunos momentos, se desató la locura. Con un ritmo algo más pausado, Foreign Beggars supo mezclar en drum´n bass con el hip hop y la electrónica más intensa, recordando a las propuestas más periféricas de los géneros londinenses. Tras el hip hop, destacó una nueva sesión en el festival de Tiga, quien a pesar de estar algo estancado, volvió a demostrar que tiene un sonido propio y característico en sus sesiones.

Algunas de las mejores propuestas de la noche se vivieron sin duda en el gran escenario Open Air. No me cansaré de repetir año tras año que, a pesar de las gigantescas dimensiones del espacio, este escenario suena de una manera impecable y este año hay que destacar también el gran despliegue de luces que lo acompañó. Comenzaba en serio la tarde en el Open Air con Luciano, que supo redirigir su sesión al momento de su actuación con una sesión en progresión en la que sonaron temas muy reconocidos por el público, con una tendencia ochentera (temas de Depeche Mode por ejemplo sonaron en el Open Air). Una sesión que fue perdiendo intensidad mientras aumentaba el número de personas que aparecían por el escenario y se sumaban a la fiesta personal del protagonista.















































Uno de los momento de la noche más esperados fue la aparición en el escenario (un escenario que aumentó sus dimensiones temporalmente para la ocasión) de David Guetta, la estrella de la dance music más comercial. El francés arrancó su sesión con una especie de trance característico de las grandes estrellas del género (Tiesto por ejemplo) para meterse de lleno en el jaleo con un genial tema de Florence + The Machine, tras el que pasó a una de sus creaciones más conocidas: Memories. El publico ya abarrotaba el escenario, bailando y disfrutando del gran espectáculo visual al que acompañaba don gigantes zancudos llenos de leds y soltando humo y fuegos artificiales por los brazos. Pero, Guetta, al ver que el público no respondía masivamente a ese "Yea Yea" de Memories dio un giro a su sesión para meterse en algunos temas menos comerciales. Sólo al final de la sesión pudimos volver a escuchar el genial Gettin Over You que puso patas arriba las primeras filas y que mezcló de una manera magistral con un tema de Daft Punk para delirio del respetable. Una sesión con altibajos de la que personalmente esperaba más. Quizás esos cambios lo traicionaron y yo hubiera preferido un rumbo fijo: o bien un repaso de sus temas más conocidos y los que le han llevado a visitar este año el desierto como nuevo gurú de acercamiento a la electrónica o por el contrario una sesión totalmente diferente. Se quedó a medias.



















Para arreglarlo salieron Boys Noize, en un gran momento del festival y una de las mejores sesiones de la noche, con intensidad y en la que incluso hubo espacio para recordar a la genial Amy Winehouse, que recientemente habíamos conocido la triste desgracia de su fallecimiento en Londes. Vitalic mejoró sin duda sus anteriores pasos por el festival, con una sesión donde el electro fue la base y una revisión de su Mirror Live más que acertada. Paul Kalkbrenner no acaba de convencer y su popularidad tiene que demostrar aún que puede superar el hype. Tras el llegó el turno de Richie Hawtin, rey de reyes. El canadiense no dejó de atender a su público, se mostró más participativo y respetuoso que en sus anteriores pasos, facturando una de esas sesiones que solo él es capaz de hacer. Lo vimos incluso sonreír al mirar varias de las pancartas que el público jaleaba (se le escapó la sonrisa cuando un asistente levantó un cartel con el dibujo de la mano de facebook y la consiguiente leyenda "Me Gusta"). Magnífico Richie Hawtin que no pierde un ápice y que sabe mantener como nadie un mínimal que otros djs se encargan de maldecir. A Ben Sims sin duda se le da bien el Monegros Desert Festival y siempre está más que inspirado en sus apariciones en el desierto, no fue distinto esta vez. Para cerrar, Carl Cox reunió todo el público que quedaba en el festival, sabiendo en todo momento lo que la gente resistente quería: bailar.


















Hubo mucho más (unos Technasia relegados al pequeño escenario Red Bull y con un sonido pésimo o algunas sesiones magníficas en la Carpa Eristoff que en la mayoría de momentos de la noche se quedó pequeña), pero esto es una muestra de lo que vimos en el desierto.

























Lo mejor sin duda, una organización y una seguridad magnífica que hace que las adversidades y dificultades de acudir a un festival como este se transformen en sus principales virtudes y ventajas frente a otros certámenes parecidos. Terrazas, bares especializados en mojitos, pizzas, puestos de bocadillos, helados y fruta, un gran supermercado de merchandishin, la moneda propia del festival y sin duda el buen ambiente, la predisposición de un público que tiene claro que va a disfrutar y a pasárselo bien. La oscense Crew, la Row Crew, la DjMag Crew y toda la genial compañía con la que compartí este año la experiencia de "Los Monegros". Una de las mejores ediciones, nos vemos el año que viene en el desierto. Viva el polvo, larga vida al Monegros Desert Festival!

 

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